Fórmula 1
Fernando Alonso: El comienzo de un sueño
Fernando Alonso Díaz nació tal día como hoy hace 36 años, un 29 de julio de 1981, en Oviedo (Principado de Asturias, España). Fernando es el hijo pequeño de Ana Díaz, dependienta en El Corte Inglés de Oviedo y de José Luis Alonso, maestro industrial en la fábrica de la Unión Española de Explosivos en La Manjoya (al sur de la capital asturiana).
Su padre, gran aficionado al motor, trató de inculcar a sus hijos su pasión. José Luis llegó a reconocer en entrevistas que su sueño era haber podido dedicarse a las carreras pero que por los posibles de su familia le fue imposible dedicarse a ello.
En un solar recreativo propiedad de la empresa, construyó con el resto de familias, un circuito de karting novedoso en el Principado en el cual en un futuro, Fernando daría sus primeros pinitos en este mundo. El circuito, a pesar de su carácter de divertimento para los hijos de los empleados, tenía hasta una pequeña replica de Eau Rouge o una cancha de fútbol sala en su interior. A día de hoy de este circuito a orillas de la A66, al igual que del resto de la fábrica, queda poco conservado, comido por el crecimiento de la ciudad.
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El siguiente paso del padre de Fernando no fue otro que el de construir su propio kart. En un principio éste había sido diseñado para su hermana Lorena (5 años mayor que él), pero ante la falta de interés de ella y el gran entusiasmo del pequeño Fernando, su padre no dudó en adaptarselo a medida con unas calzas para que así pudiera llegar a los pedales. Es así como un joven Alonso, de tan solo 3 años de edad, comenzó en el mundo del automovilismo.
“El chasis lo fue fabricando en sus ratos libres, con ayuda de las máquinas de fundición de la fábrica, otras piezas las consiguió en desguaces. El motor era de 50 cc como los de los ciclomotores» comenta Roberto, el que fuera presidente de la Peña FAD
“Se lo construyó a Lorena que tenía ocho años pero al final pasó para Fernando. Le tuvieron que poner un suplemento en los pedales, porque no llegaba. Pero salió andando con él y tenía sólo tres años”, recuerda con añoranza Roberto.
Aquel mismo año, con tan solo 3 años, ganó su primera carrera. Organizada por El Corte Inglés y en la que participaban rapaces que incluso le doblaban en edad. A partir de ahí todo siguió como un juego al que le dedicaba su tiempo libre junto con el fútbol.
«A las carreras siempre llevaba una pelota y en los descansines siempre le gustaba ponerse a jugar con el balón”, añade Roberto.
A los cuatro años entró en el colegio Santo Ángel de la Guarda de Oviedo, donde cursó primaria y EGB. Posteriormente pasó por el Instituto Leopoldo Alas Clarín de San Lázaro, donde permaneció hasta 2000, año en que abandonó los estudios porque los compromisos deportivos le impidieron seguir estudiando.
“Al principio empezó como un juego, pero desde los cinco o seis años se le vio que tenía más picardía que los niños de su edad”, comenta su padre.
Fue en ese momento cuando José Luis le sacó su primera licencia oficial de la Real Federación Española para poder pilotar karts de competición.
Con tan solo 7 años (1988) ganó su primera carrera oficial de karts en Pola Liviana, acto que repitiría en las ocho carreras oficiales de las que constaba el campeonato asturiano y proclamándose campeón infantil del principado. Un año más tarde volvería a repetir título y sumaría otro en su haber, el de campeón de Galicia.
Su gran proyección hacía que la familia dedicase sus fines de semana a ir de ciudad en ciudad y de circuito en circuito. Su viejo Peugeot no hacía más que sumas kilómetros a su odómetro a la vez que Fernando admiración allá por donde fuese. Su padre, su gran valedor en esta aventura, era su mecánico y su consejero.
«Les recuerdo a los dos arreglando el coche con las manos y la cara llenas de grasa. No necesitaba ni hablarle. Le miraba y ya sabía lo que había. Fernando le hacía caso en todo. Le tenía un respeto impresionante” comenta Roberto.
Al año siguiente, con 9 años (1990), subió a la categoría cadete. Es entonces cuando los costos empezaron a sobrepasar a la humilde familia y, al igual que le había pasado al padre años atrás, se llegaron a plantear con el pequeño.
«Le compré un kart de primera mano y debía cuidarlo hasta los dieciocho años. Teníamos que empezar a competir en Europa y yo no tenía dinero para hacer frente a tantos gastos», confiesa José Luis. «Su padre trabajaba y su madre también, todo el día y no había dinero. Todo lo que se ganaba lo utilizaban en el kart o en los desplazamientos», admite Roberto.
”No teníamos ya medios económicos para que Fernando pudiera competir más arriba”, declara José Luis. “Fernando siempre fue consciente del esfuerzo que estábamos haciendo toda la familia. Yo acudiendo a todas las carreras para hacer de mecánico, su madre soportando las ausencias de su hijo los fines de semana, que es cuando podía estar con él, Lorena sin ver a su hermano todo lo que quisiera…”.
En esos momentos de crudeza económica, se obró el milagro. Genís Marcó, importador de karts, descubrió a Fernando. Vió en él un diamante en bruto al que pulir y una verdadera esperanza. Le proporcionaba los karts que necesitara, le buscaba patrocinadores para los deplazamientos o ejercía mismamente él como mecenas. Se puede decir que fue la persona que salvó en cierto modo el incipiente inicio de El Nano en este mundo.
Genís tenía un mecánico italiano, Mauro Pozzi, quien al ver a Fernando dijo: “Genís, que hacemos con el ‘bambino’ este. Es muy pequeño, casi lo han bajado del portabebés. Cada vez los traen a correr más jóvenes”. Mauro, quien era mecánico de Antonio García en ese momento (y ya piloto oficial de Marcó), tras ver las primeras vueltas de Fernando y cómo trazaba, le dijo a Genís: “Cógete tú a Antonio que yo me quedo con el ‘bambino’ va a ganar la carrera, seguro”. No se equivocó y Fernando se impuso a todos. Fue el inicio de una gran relación entre ambos.
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Fernando pasaba entonces horas y horas entrenando por ser el mejor. «Desde muy pequeño le gustaba ganar a todo, eso por descontado», admiten desde su entorno. Es por aquel entonces cuando se desarrolla una de las anécdotas más famosas de los inicios de Alonso.
Cuentan que por aquel entonces, aunque ganando en seco a cualquier rival de su edad, a algunos ojeadores no les llamaba la atención del todo. «Aún siendo el mejor de esos 20 niños, si en lugar de disputar esas carreras en un pequeño circuito de pueblo aquí en Asturias, podría ser que si compitiese a nivel nacional, donde el nivel es mayor, quizás no quedaría entre los 25 mejores, y a nivel internacional podría ser que ni en esa posición», comentaban algunos justificando su decisión.
Es entonces cuando de repente empezó a jarrear una tromba de esas que no son habituales. Como cualquiera de nosotros pensaríamos, todos los pilotos se fueron a boxes y el público corriendo hacia sus coches. Cuando ese ojeador llegó a su coche, se dió cuenta que seguía escuchándose el motor de un kart, el motor de un irreductible pequeño «loco» que seguía corriendo sin parar. Cuentan que decidió volver al circuito y vió a Fernando dando vuelta tras vuelta.
Es entonces cuando se llevó otra sorpresa más. Y es que a pesar de que en las curvas se le fuera algo el pequeño kart, el seguía rodando sin parar y rodando en tiempos muy similares a cuando rodaba líder en seco. Es por eso que se acercó a uno de los responsables del circuito y se dió la siguiente conversación:
- ¿Oye, y éste guaje?.
- Es Fernando Alonso -le responde.
- Ya, pero ¿con la que está cayendo?
- A éste no lo sacas de un circuito llueve, truene o relampaguee -se encogió de hombros y siguió- Es Fernando Alonso
Así de simple, como si ese Fernando Alonso demostrase todo, la pasta extraordinaria de la que estaba hecha ese chico.
Y es que según contó en su día el propio Alonso, en un principió le tenía miedo al agua. Fué entonces cuando se lo comentó a su padre y éste decidió tomar una salomónica decisión: Poner al joven Fernando a dar vueltas al circuito empapado hasta que ya no solo se le diera bien, sino que le gustara y disfrutara conduciendo sobre el agua. Gracias a ello reconoce que a día de hoy es el mejor en condiciones adversas.
«La única forma de salir adelante era que Fernando ganara carreras y alguien se fijara en él como piloto de futuro. Sabía que seguir adelante solo dependía de él, y no falló» alaba su padre.
Corre 1991 y a las pruebas de su biografía y palmarés, el karting ya no era una afición más. Era algo más que todo eso. Se vuelve a proclamar campeón de Asturias y campeón del País Vasco. Además comienza a correr irregularmente en el campeonato de España de Karting, del que se proclamaría a pesar de sus ausencias, subcampeón de España, en el circuito de los Santos de Humosa.
Es en ese año cuando a pesar de su corta edad, colaboró en la construcción del Circuito de Asturias en la locacidad de Siero. Esta instalación supuso la materialización de un grupo de aficionados de poder dotar a sus hijos de las instalaciones adecuadas y necesarias para poder correr. En este proyecto, padre e hijo, trabajaron incansablemente durante un año y medio hasta poder hacerlo realidad. La obra costó finalmente unos 30 millones de pesetas de la época y se extiende sobre una explanada de unos 80.000 metros.
Aún hoy el director de estas instalaciones recuerda con admiración a un joven Fernando. «Su padre también le enseñó mecánica y muy pronto, ya era capaz de desarmar, limpiar y volver a montar su kart sin ninguna ayuda».
Y es que en palabras del director, lo más admirable de Alonso es que «los karts iban rotando de unas carreras a otras y le llegaban hechos una pena, tal y como habían acabado la prueba de la semana anterior. Fernando los desarmaba y limpiaba después de la carrera y los dejaba impecables para el próximo. Tenía una disciplina admirable”.
En 1993 y 1994 conquistó sendos Campeonatos de España Junior, lo que le supusieron el pasaporte al Campeonato del Mundo. Allí con un salario de 100.000 pesetas al mes (por hacer de mecánico a chavales de 8 años) llegó a su primera carrera junto con otro futuro piloto de F1: Kimi Raikkonen.
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“Yo estaba en la escudería Prost en aquella época y Alain quería incorporarlo al equipo. También hablamos con Jean Todt y la idea final era la de que corriera dos temporadas con nosotros y las tres siguientes con Ferrari. Prost vino a Madrid y llegó a un acuerdo verbal con Adrián Campos y lo cerraron con un apretón de manos. A la semana siguiente les llamaron diciéndoles que habían firmado con Flavio Briatore, por un precio que a mi me pareció ridículo” comenta Joan.
En Spa, Fernando ya tenía un contrato firmado con Minardi y, a pesar de la relevancia de estas otras, decidió mantenerse fiel a Minardi por haber sido los primeros en apostar por él. Briatore por contra le ofreció que si fichaba por él, podría continuar cedido durante toda la temporada.
Sobre la similitud entre Michael Schumacher y Fernando Alonso, Joan Viladelprat comentó que “hay muchas similitudes entre ambos. La principal es el poco respeto que tienen por los mitos, Michael con Senna y Fernando con Michael. Los dos tienen una superseguridad en sí mismos, no arrogancia y creen que son mejores que el resto y lo más difícil, lo demuestran. Nunca tiran la toalla sin importar el puesto que ocupen.»
«Michael era uno más en el equipo, relajado y distendido, aunque de puertas afuera, con la prensa, se creó una imagen de chulo y frío que no correspondía con la realidad. Luego cambió y yo creo que Fernando también lo hará en los próximos años”. Fernando debutó precisamente en el Gran Premio de Australia de 2001. Todo lo demás es historia.