Fórmula 1

El F1 en tu garaje: el peso del corazón

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En la anterior entrega de «El F1 en tu garaje» vimos como, a pesar de lo diferentes que parezcan sobre el asfalto, los ingenieros de las marcas de coches utilizan la infinitud de lecciones a aprender de los coches de carreras para aplicarlas luego a sus coches de calle.

Al tratarse del primer artículo creí conveniente dedicarlo al «corazón» de la máquina: el motor y como los ingenieros se las arreglan para exprimir hasta el último caballo de potencia que sea capaz de entregar. Sin embargo, eso no fue todo en cuanto al motor, así que me gustaría continuar la sección con el siguiente gran paso que se dio en la Fórmula 1.

Como ya expliqué, en los primeros días de la Fórmula 1 reinaban los motores, todo era cuestión de quién tenía el más potente y de qué piloto era más valiente para entrar en las curvas a mayor velocidad sin acabar enterrado en un amasijo de hierros y gasolina ardiendo. Esto se debía a que los ingenieros colocaban los pesados motores en la parte frontal del coche y en una posición bastante alta, por lo que los coches eran muy inestables, tendían a perder agarre en las curvas y resultaban muy complicados de controlar a altas velocidades.

Pero ahora entra en escena uno de los apellidos más famosos de la historia de la competición automovilística: Cooper.

Charles Cooper (Imagen: 500race.org)

La «Cooper Car Company» fue fundada por Charles Cooper y su hijo, John Cooper, en Diciembre de 1947 en Surbiton, en el condado inglés de Surrey, al sur de Londres. Al principio padre e hijo se dedicaban a construir pequeños monoplazas para Fórmula 3 en el garaje de su casa, pero debido a la escasez de recursos tras la Segunda Guerra Mundial se vieron obligados a reciclar partes de otras máquinas, como los motores «JAP» sacados de motos.

John Newton Cooper (Imagen: 500race.org)

Pero gracias a esto, los Cooper se convertirían en auténticas leyendas del mundo del motor. Según cuenta el propio John Cooper, debido a que los motores que utilizaban habían sido reciclados de motos, creyeron que lo más conveniente sería colocarlos en la parte central del coche, justo detrás del piloto, para conectarlo con una cadena al eje trasero. Fue simplemente cuestión de practicidad y, de hecho, los coches de motor central no eran algo nuevo, pero no eran muy populares (todos los F1 de la época corrían con motor frontal). Sin embargo, los Cooper se convirtieron en auténticos expertos en este tipo de coches, creando auténticas maravillas.

El equipo Cooper con el Prototipo de su Cooper 500 (Imagen: 500race.org)

Los Cooper se dieron cuenta de que, al colocar el motor del coche en esta posición, hacían que el centro de gravedad del monoplaza estuviera más cerca de su parte central por lo que era mucho más controlable en las curvas, que podía tomar más rápido que sus rivales con motor frontal.

Empezaron dominando la Fórmula 3 con su Cooper 500, ganando 64 de las 78 carreras en las que compitieron entre 1951 y 1954 llegando incluso a clasificarse en el Gran Premio de Mónaco de 1950 con una versión del 500, el Cooper T12 (primera aparición de un coche con motor central en la historia de la F1).

Jack Brabham en el Cooper T51, los dos campeones de la temporada de Fórmula 1 de 1959

En 1957 Jack Brabham quedaría sexto en el Gran Premio de Mónaco con un Cooper de motor central. En el gran premio de Argentina de 1958, Sir Stirling Moss conseguiría la victoria y Maurice Trintignant repetiría la hazaña en la carrera de Mónaco de ese año. En los dos años consecutivos, 1959 y 1960, dominaron la categoría alzándose con el título mundial de pilotos y constructores de Fórmula 1. Brabham también competiría en las 500 millas de Indianápolis con el Cooper Type 54 en 1961 y a partir de 1965, empezando con el legendario Jim Clark, todos los ganadores de la mítica carrera americana pilotaron coches con motor central. Además, aunque el equipo entrara en declive una vez los grandes fabricantes de la Fórmula 1 adoptaran la filosofía de motor central, Cooper también dejó su marca en el mundo de los rallies con el Mini Cooper, modelo que aún a día de hoy se comercializa bajo los modelos Cooper, Cooper S y John Cooper Works.

Jack Brabham en su Cooper Type 54 en las 500 millas de Indianápolis (Imagen: teammurray.com)

Ahora ya sabes por qué los increíbles coches deportivos de hoy en día (Ferrari, Lamborghini, Bugatti… etc.) tienen el motor en la parte central, justo detrás de los asientos. Otros han llevado esta filosofía al extremo, como los Porsche, que no sólo sitúan el motor detrás del habitáculo, sino que lo colocan detrás incluso del eje trasero, dotando a coches como el legendario 911 GT3 de una manejabilidad impresionante.

Coche con motor central (Imagen: leithcars.com)

 

Coche con motor trasero (Imagen: leithcars.com)

Pero dado que esta sección se llama «El F1 en tu garaje» pero la mayoría de coches de calle tienen el motor en la parte frontal, te puedes estar preguntando por qué tu «F1» particular no sigue este diseño tan bueno. Bueno hay varias razones para eso:

Coche con motor frontal (Imagen: leithcars.com)

Primero esta la seguridad (no es lo mismo un choque frontal con un motor cubriéndote que un choque frontal y que lo único que absorba el impacto sean… bueno, tus piernas). Después está la estabilidad: la mayoría de coches de calle tiene tracción delantera, no como los coches de competición que tienen tracción trasera. En estos casos es mejor tener el peso más cerca del eje motriz del coche, aunque tienden a subvirar (irse rectos) al acelerar en curvas debido a que el peso del coche se va al eje trasero. Por último, un coche con motor frontal deja más sitio en la parte trasera para un amplio maletero, que es mucho más útil que el que tu coche tenga mejor o peor tracción en las curvas. Tu coche se parece a los de competición, ¡Pero recuerda que no es uno!

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