Fórmula 1

Fernando Alonso, el genio astur que brilla

Agrandar la leyenda. La victoria en las 24 horas de Le Mans y el título de Campeón del Mundo de Resistencia no hace más que coronar a un piloto distinto a los de su especie. Inigualable. Gigante

Published

on

Volvió a ganar. Nada nuevo. Fernando Alonso, campeón del mundo. Una frase tan bella y tan lejana. Tan simple y emotiva a la vez. Desde que la marea azul recorría los circuitos de la F1 y en España vivíamos los años más dorados de nuestra historia, no escuchábamos esto en boca de miles, millones de personas amantes del motor. Hace más de una década, concretamente, 12+1 año como diría el malogrado y leyenda, Ángel Nieto.

El asturiano junto con Buemi y Nakajima consiguieron la victoria en las 24 horas de Le Mans por segunda vez de manera consecutiva  y el título de campeones del WEC. Para vencer aquí, no basta con ser superior a todos tus rivales, debes exceder a la propia carrera, a cualquier impedimento y obstáculo que se presente. Un piloto no elige ganarla. Las 24 horas de Le Mans eligen al piloto. Suerte o fortuna. Me decanto por lo segundo. La fortuna es para los valientes. Esos que resisten y creen hasta cuando todo está perdido, los arriscados, como Fernando.

Un tipo osado ante grandes retos. Mira al frente y sube a un viaje desconocido, del cual no sabe que le deparará el destino. Pudo salir mal, salió bien. Muy bien. Periódicos nacionales e internacionales copaban las portadas con la hazaña. Porque esto es un trabajo de equipo, un campeonato de grupo. De tres pilotos y muchos mecánicos e ingenieros detrás. Horas de sueño perdidas en jornadas intempestivas e intensivas. La ocasión lo merece y más si el resultado acompaña. Juntos ganan y juntos pierden. Esta vez tocó lo primero. Todos para uno y uno para todos.

Fernando Alonso, Buemi y Nakajima con el tíulo de las 24 horas de Le Mans

Una supertemporada que daba el pistoletazo de salida en las 6 horas de Spa en mayo de 2018. En su debut en el Mundial de Resistencia lograba su primera victoria en la especialidad. Toyota, como se presuponía desde el inicio no iba a tener rival, bueno sí; Toyota, era su propio rival. El coche número #7 contra el número #8. Pechito López, Kobayashi y Mike Conway contra el trío citado anteriormente. Cualquiera de los dos coches merecía ese título, pero la copa se decantó para el coche del español, suizo y japonés. Todo eran dobletes, excepto en las 6 horas de Silvestrone, donde ambos monoplazas fueron descalificados horas después de concluir la carrera porque la flexión del fondo plano del TS050 Hybrid era superior a la permitida en 8 milímetros por norma. La victoria pasaba al Rebellion. Todo lo demás monopolio japonés.

En las siguientes dos citas, el sabor de la victoria se trasladaba al otro lado del box, el #7. En Oriente, en casa de Toyota, en las 6 horas de Fuji y 6 horas de Shangai se impusieron. El mundial se apretaba a falta de tres carreras. Las 1000 millas de Sebring 2019 marcarían la ruta a la que a la postre el sueño victorioso se haría realidad. El momento Alonso había llegado. Arrancaba con un pilotaje espectacular, comandaba una nueva remontada bajo la fría y lluviosa noche. Fernando, un animal de las carreras y no contento con manejar aquella bestia híbrida, se atrevió días antes con un nuevo reto: las 24 horas de Daytona al lomo de un Cadillac. Otro coche, otro equipo, otro circuito, otros compañeros, otras circunstancias y mismo resultado: corrió… y ganó. Nuevo metal bajo el brazo y directo a su museo.

El Mundial a tiro

De Estados Unidos rumbo a la Bélgica primaveral o estival, quizá invernal u otoñal. La carrera de las cuatro estaciones. Del sol a la lluvia, de la lluvia al granizo y del granizo a la nieve. Inexplicable. Algo único en el motorsport. Bello para el aficionado y arriesgado para los pilotos. Alonso bailaba y volaba bajo la lluvia. Cogía el coche a 45 segundos de Conway y lo ponía líder en el trazado de las Árdenas. Aquella batalla que sentenció la II Guerra Mundial para el bando aliado, volvió a ser el terreno elegido para apuntillar a su competencia y rival de garaje. Un séptimo puesto valía para ser campeones. La suerte que Alonso no tuvo durante cuatro años en la segunda etapa con Mclaren le vino toda de cara a falta de una hora para ver la bandera a cuadros.

Unos meses después, la historia en el circuito de La Sarthe se escribe sola. Fernando Alonso escribe a la historia. Dos participaciones, dos victorias. Desde 1929, un ‘novato’ no repetía en lo más alto del podio en las 24 horas de Le Mans. Hace 80 años, Woolf Barnato con Bentley. Único piloto en ser doble campeón del mundo de F1, doble ganador del Gran Premio del Principado de Mónaco y de las 24 horas de Le Mans. Algo olvidado también en la memoria de muchos: subcampeón en 2010, 2012 y 2013 en Fórmula 1. Y todo ello, sin saber «elegir bien», o eso dicen los «pilotos de sofá». Ya les gustaría a más de uno escoger de la misma forma como lo lleva haciendo durante toda su trayectoria el mago asturiano. 

Alonso, antes de la prueba

Cuatro títulos mundiales: los del gran circo, el del Mundial de Resistencia y el campeonato intercontinental de Karting en 1996. No tienen el mismo peso, claro, pero Fernando defensor y protector del karting lo guardará como un valor incuestionable. Ahí es, donde aprenden a conducir, a luchar a grandes velocidades. Lugar de batallas, diversión y adrenalina. Puro motor. «Un F1 es un kart de 800 cv», dijo en su momento el asturiano.

No es fácil dejar atrás una competición que te lo ha dado todo como la F1, que te ha visto llegar; crecer, ganar, gritar a los cuatro vientos y destronar a uno de los más grandes: el ‘kaiser’ Michael Schumacher. Correr para las mejores escuderías, vivir momentos dulces, agrios y amargos. Todo eso era el sueño de un niño de Oviedo que le gustaba hacer carreras con su abuela de camino a casa después de la jornada escolar.  Años después, convertido en un ganador. Racer.

Decidió salir de su zona de confort, adaptarse a otro coche, a otra manera de correr, a otro automovilismo. Volver a saborear el triunfo perdido. Un reencuentro mágico encontrado. No esperes que todos entiendan tu viaje, especialmente si nunca han tenido que recorrer tu camino. Detrás de las carreras que se ven por las pantallas hay días, noches y simuladores de duro trabajo. Análisis, preparación, dedicación. Y eso, no lo aprecia un simple espectador. 

Cierras un capítulo, como si de una novela de Fernando Aramburu versara, para abrir otro. No se trata de a dónde hemos llegado, sino de a dónde queremos llegar. La Indy 500 en el horizonte, no hay duda. Tarde o temprano, habrá que resarcirse del mal trago de este año. La F1, siempre suena. Y cuando el río suena… agua lleva. La puerta grande por la que saliste, quizá no se haya cerrado del todo. Los cuentos tienen que tener un final feliz, o al menos así era como mi abuelo de pequeño me los contaba. Fernando Alonso, el genio astur que brilla.

Click to comment

Populares

Salir de la versión móvil