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Pierre Levegh y sus 23 horas de Le Mans

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Pierre Levegh tenía un sueño, ganar la mítica prueba francesa de las 24 horas de Le Mans a bordo de un vehículo francés. Nunca lo cumplió, pero mientras luchaba por lograrlo realizó una de las mayores gestas del automovilismo.

Su verdadero nombre fue Pierre Bouillin, pero inspirado en su tío Alfred Velghe -pionero del automovilismo que participó en la Copa Gordon Bennet bajo el seudónimo Levegh-, se cambió su apellido. Tras la Primera Guerra Mundial consiguió obtener una licencia de Talbot para vender sus vehículos, ocasión que aprovechó para modificar alguna de las unidades para después hacerlas competir. Su primera participación seria llegó con el Gran Premio de Amberes de 1938, pero su verdadera pasión la encontró en las 24 horas de Le Mans. Aquel trazado reunía cada año una multitud de fabricantes y pilotos dispuestos a darlo todo por la victoria. Levegh seguía la prueba desde 1923, pero le frustraba ver como el triunfo acababa casi siempre a manos de equipos extranjeros.

En 1937, tras diez años, llegó una nueva victoria francesa en Le Mans con un Bugatti 57G Tank, lo que alentó a los fabricantes franceses. En 1938 se cumplió parte de su sueño con su primera participación gracias a sus relaciones con Talbot, compartiendo pista con otros vehículos franceses como eran los Delage y Delahaye. En aquella edición llegó a rodar en tercera posición, junto con el francés Jean Trévoux a bordo del Talbot T150C, pero un fallo mecánico le apartó de su sueño.

Talbot no volvió a ofrecerle una unidad para las 24 horas de Le Mans hasta 1951. Mientras tanto, pilotó monoplazas de Gran Premio, incluyendo las temporadas 1950 y 1951 de la recién estrenada Formula 1, donde participó en seis Grandes Premios. Todos ellos fueron a bordo de un Talbot-Lago T26C.

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En 1951, con una edad ya avanzada, Talbot le volvió a ofrecer un asiento, mano a mano con René Marchand. Parte de su objetivo lo logró, pues acabó las 24 horas en cuarta posición, pero su sueño aún estaba incompleto.

Levegh sabía que se podía sacar más rendimiento del Talbot T26 y su motor de seis cilindros en línea. Desgraciadamente, por muy insistente que se mostrase, Talbot nunca le permitió probar sus ajustes en sus monturas. La única opción era pedir una montura propia a la fábrica, el nuevo biplaza T26 GS Spyder de 1952. Lo modificó con bielas aligeradas y carburadores Weber gemelos 45DCO en lugar de los Solex de los Talbot oficiales.

En las 24 horas de Le Mans, Levegh, ya perro viejo, decidió no tirar desde el principio, reservando la mecánica, esperando un error de sus rivales. Estos eran los Jaguar C-Type, los Ferrari 340 y los temibles Mercedes-Benz W194. Sabía que eran más rápidos y que en los primeros compases sufriría por igualarse a ellos, pero a cuatro horas del inicio ya estaban fuera de carrera todos los Jaguar, mientras que los Ferrari comenzaron a sufrir un acusado desgaste de embrague. El Gordini T15S de Robert Manzon y Jean Behra tomó el liderato, seguido del Mercedes-Benz de Karl Kling y Hans Klenk.

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Al caer la temida noche, el Mercedes Benz tuvo problemas, la dinamo dejó de cargar y Levegh aprovechó la ocasión para ponerse segundo, quien había ido subiendo posiciones desde la sexta posición, siempre presionando pero nunca desgastando la mecánica.

Llegó la noche y los equipos cambiaron sus pilotos, pero no Levegh, quien se mantenía en el coche desde el comienzo de la carrera. Su pasión le llevó a aguantar horas al mando del Talbot,  rozando un sueño que se veía solo frustrado por el Gordini que le precedía. Pocas horas después, el Gordini paró en boxes con problemas de frenos. El mismísimo Amédée Gordini se negó a continuar y Levegh se puso líder de carrera.

El nerviosismo de su esposa y René Marchand afloraba, con un exhausto Levegh que continuaba liderando, seguido de las monturas de la armada alemana.

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Una parada más, un último tanque de combustible y una última oportunidad para persuadir a un hombre obsesionado de su locura o alentar un esfuerzo sobrehumano que haría historia. El jefe de Talbot, Tony Lago, le instó a reducir su ritmo, mientras su esposa y René Marchand le miraban con ojos preocupados. Marchand intentó sacarlo de la cabina, pero fue empujado. La victoria estaba solo a un Gran Premio de distancia, pero el germen del desastre ya se había sembrado y solo era cuestión de tiempo.

Solo quedaba una hora para el final. El Mercedes Benz pilotado por Hermann Lang pasó bramando por las abarrotadas tribunas de la línea de meta, seguido del W194 de Niedermayr. Detrás de ellos, solo vacío. Faltaba el Talbot de Pierre Levegh. Hay quien dice que desde allí se escuchó el alarido de rabia. Su sueño se volvió a esfumar cuando el Talbot rompió la caja de cambios, supuestamente tras un error al engranar una de las marchas.

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Con este agrio sabor de boca, ya recuperado por el enorme esfuerzo de la carrera, Levegh decidió no rendirse y volvió a intentarlo durante tres años más, hasta que en 1955 perdió la vida pilotando el Mercedes 300SLR durante las 24 horas de Le Mans, donde se vio envuelto en el mayor accidente de Le Mans en el que también murieron 82 espectadores.

Su sueño, al igual que su vida, acabó en el circuito que amaba.

Años más tarde apareció en la revista ‘The Autocar’ una explicación de Pierre Levegh con respecto a la prueba de 1952. Durante la carrera detectó una vibración que podía acabar destrozando la mecánica del Talbot. Dudando de Marchand, su única opción para mantener vivo el motor era pilotarlo el solo.

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